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Homenaje a Alberti: escribir poesía

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El Concurso Nacional de Literatura, en la modalidad de poesía  (que más tarde  – a partir de 1977– se denominaría Premio Nacional de Literatura) fue convocado por primera vez en 1925. El premio recayó ex aequo en dos autores de la Generación del 27: Gerardo Diego y Rafael Alberti. El joven gaditano apenas tenía veintidós años cuando lo recibió. Se le concedió por su primera obra publicada, el año anterior, Marinero en tierra. Han pasado cien años desde que aquella brisa nostálgica de un mar que, para el autor, vive en el recuerdo, nos refrescara a los lectores. También con su lenguaje cercano, popular, que parece que nos habla al oído, con suavidad, con versos cortos, de arte menor mayoritariamente, aunque también existan endecasílabos o alejandrinos. Es poesía de cancionero que llega como llegan las cosas que no esperas.

Yo quise celebrar con mis alumnos esos cien años de un libro auténtico, de un escritor que asomaba su voz juvenil, primeriza, con una madurez casi impropia de tan corta edad. Y lo quise hacer como mejor se puede celebrar la poesía: compartiendo esos versos con otros lectores e intentando que, llevados por su sabor a mar, por su anhelo de tenerlo cerca, aunque desde la distancia, lo reflejaran ellos también en sus creaciones. Por eso les propuse que continuaran unos versos que, para la ocasión, había “inventado”. A partir de aquí, se los envié a sus respectivos correos electrónicos y les dejé un margen para que, “si las musas llegaban”, aunque ya les advertí que nunca llegan sin disposición y trabajo por la parte de quien las espera, me enviaran lo que ellas les habían inspirado. No se trataba de reflejar el sentimiento del autor. Se trataba de dejarse llevar por lo que los versos que les proporcioné les dijeran. Y doy fe, y ustedes, lectores, verán, que hubo “conversación”. Estas conversaciones, que algunos alumnos de los grupos 1º Bachillerato B, 3º ESO D y 3º ESO E tuvieron, son las que ahora queremos compartir con vosotros: ¡Por la lectura! ¡Por la poesía! ¡Por los cien años de Marinero en tierra y por el joven Alberti! ¡Por la escritura creativa que muestra el sentimiento de quien escribe!

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La muestra es variada. Y eso queríamos: que cada cual interpretara y hablara con los versos sin ninguna regla previa, sin cortapisas, sin ataduras. ¡Simplemente por el placer de escribir!

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Va por ustedes:

Patricia Selma Muñoz, de 1º Bachillerato B, desplegó sus ojos sobre un mar y dibujó un lienzo de honda ternura y con un lenguaje que se liberó, por momentos, de las ataduras de la realidad, usando imágenes de tintes surrealistas:

HE VISTO EL MAR

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El mar era una niña con trenzas,

que venía todas las tardes a mis ojos.

Tenía la mirada azul,

como el azul de los caminos de mi infancia.

​

Una mirada que, en algún instante,

se transformó en un vasto lienzo de grafito.

Delicadas sábanas azules en las que solía nadar,

convertidas en un ejército de dagas afiladas.

Las diminutas criaturas marinas de las profundidades que danzaban en

torno a mí,

ahora han mutado en enormes formas de inquilinos sintéticos.

El murmullo celestial de las gaviotas

que solían componer sinfonías en mis oídos,

metamorfoseados ahora en una percusión de sirenas mecánicas.

Los firmes saltos de los delfines, como acróbatas circenses,

danzaban entre las olas una coreografía de espuma y libertad.

Ahora es reemplazada por el estruendo de bocinas de barcos,

como un coro de llamadas ansiosas buscando conquistar mi hogar.

El astro rey yéndose a dormir,

dejando tras de sí un lienzo de sombras titilantes.

Y así el mar, se disuelve en la noche oceánica

dejando solo los susurros de la memoria

de quienes alguna vez navegamos,

entrelazando nuestras almas a sus corrientes.

Anhelo repintar de vida este campo santo con pinceles

de auroras en el que quedó mi hogar.

Sofía Sáez Jiménez, de 3º ESO E, se lamenta de que el mar de entonces, esa niña inocente de los versos iniciales, no sea el mar que ahora contempla. Hay crítica y llamamiento en sus versos. Hay necesidad de cuidarlo y recuperar algo tan bello:

HE VISTO EL MAR

​

El mar era una niña con trenzas,

que venía todos los días a mis ojos.

Tenía la mirada azul, como el azul

de los caminos de mi infancia.

​

Reía suave. Incontrolable.

Cuando la miraba, transmitía vida;

desconectaba la realidad del instante.

​

Esos caminos que me guiaban

llenos de mundos, futuro e ideas,

ahora enfermos, deteriorados por nuestro tiempo.

Casi apagados, ya no pueden orientarme.

​

Aquella niña de ojos azules,

hoy dos grandes bolas inertes de aluminio;

no tiene la lúcida mirada que tuvo en mi niñez.

Ya no es la misma. Está distante.

​

Antes era suave y discreta. Ahora lenta, pero caótica.

Sus lágrimas caen como pétalos envejecidos,

llevándose consigo nuestra eternidad.

¡Ojalá todo fuera como antes!

Noa Martínez Nicolás, de 3º ESO D, abre su mirada a múltiples perspectivas y variaciones. El mar es uno y muchos a la vez. Depende de quién mire. Pero, por desgracia insiste en la idea anterior de Sofía, y en ese Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 14 que trata sobre la Vida Submarina y que pretende “Conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos”:

HE VISTO EL MAR

 

El mar era una niña con trenzas

que venía todas las tardes a mis ojos.

Tenía la mirada azul, como el azul

de los caminos de mi infancia.

 

Era tal su belleza,

que pasaba las horas

admirando el vaivén de las olas.

Sus cristalinas aguas jugaban con la arena.

Y después volvían a su escondite en el mar.

El mar,

escondite para los peces,

lugar de las algas,

mi hogar.

Pesadilla para los marineros en la tempestad,

brava y salvaje en libertad,

incontrolable y osada.

¿Puede haber mejor lugar?

Pero, a mi pesar,

veo como su azul cristalino

va perdiendo tonalidad.

Observo con dolor

cómo los peces huyen de su amado mar.

Oigo su llanto cada vez que un plástico

se hunde en la profundidad.

El fino polvo dorado ha cambiado;

ya no brilla igual.

​

¡El espíritu del mar se ha marchado,

dejando un rastro de residuos detrás!

Confieso que esta mirada crítica sobre lo que estamos haciendo con el mar, con los océanos, no es casual, sino que fue inducida para que los “poetas” se concienciaran y nos concienciaran; que nos hicieran preguntarnos qué estamos haciendo con el mar, que lo estamos destruyendo y que su destrucción llevará consigo la de la especie humana. Sin querer dejar esta visión tan pesimista en el propósito de estas páginas, los alumnos han pretendido decirnos que no es tarde, que debemos actuar ya. Que debemos sentir el dolor del mar y recapacitar sobre lo que le estamos haciendo. Nuestro Mar Menor, tan cercano y tan especial, nos lo ha gritado antes y no podemos quedar impasibles.

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​Agradezco a todos mis alumnos la participación en esta tarea homenaje a la poesía, a la creación, al sentimiento que las palabras expresan; pero también a su mirada crítica que pretende, como digo, despertar conciencias. Y pido perdón a todos los que, habiéndolo hecho, no vean reflejadas sus composiciones en este artículo, dada la extensión y propósito de la revista de nuestro IES. Sirvan los ejemplos anteriores – uno de cada uno de los cursos donde se llevó a cabo esta experiencia de creación poética – como representación de “todos los poetas que hicieron poesía”. A todos ellos, mi más sincera gratitud.

 

Antonio Albertus Morales, profesor de Lengua castellana y Literatura

Investigación científica en Biología

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